EL VIENTO EN UN VIOLIN

 Entre Acto 

POR: Carmen Zavaleta 


Con su más reciente estreno el director Cristian Magaloni tiene entre las manos un material que lo pone a prueba: “El viento en un violín” del dramaturgo argentino Claudio Tolcachir (Buenos Aires, 1975), quien crea un texto que cuestiona las relaciones humanas a través de la conformación de las familias y el rol que cada uno juega dentro de su círculo cercano.

Fotografía: Rodrigo Becerra Acosta


El autor nos adentra al universo de “Lena” (Assira Abate) y “Celeste” (Ari Sacristán), jóvenes enamoradas que desean tener un hijo; para lograrlo se relacionan con “Darío” (Daniel Mandoki) un treinteañero sin una vida estable, ni futuro alguno.  A la par conocemos a  “Meche” (Mercedes Hernández), la madre de “Darío” , mujer  controladora y económicamente estable y a la sumisa “Dora” (Mahalat Sánchez) trabajadora del hogar de “Meche” y madre de “Celeste". En la escena también aparece un psicólogo (Roberto Beck), quien intenta representar el deber ser, sin lograrlo.

La obra  se desarrolla en la década de los noventa, en ese contexto de globalización, avances tecnológicos, el progreso, la incipiente red que nos sorprendía con la posibilidad de viajar en segundos al otro lado del mundo y donde los mensajes por beep eran lo más avanzado para comunicarnos, en ese mundo donde la amistad se juraba para siempre y donde la identidad aún podía ser anónima; justo ahí el dramaturgo ubica a sus protagonistas quienes representan una cadena de incomprensiones: la madre que no entiende el amor entre dos mujeres, la mujer que sobreprotege a su hijo, el hijo comodín que vive a costillas de su progenitora, las mujeres que con tal de cumplir su deseo de ser madres violentan a un ser humano; el psicólogo que sucumbe al mínimo esfuerzo.

Escénicamente Magaloni trabaja con sus actrices y actores en tono de comedia siguiendo la línea del dramaturgo. La temporada recién empieza y el montaje requiere de una mayor vida para que caiga en su justa medida. Por ahora es evidente el trabajo de cada uno de los intérpretes: Mercedes Hernández construye a una mujer compleja en apariencia superficial que mueve cielo, mar y tierra por el bienestar de su hijo. Mahalat Sánchez como “Dora” da vida a una mujer tímida y esforzada quien sostiene una lucha interna tratando de aceptar la identidad sexual de su hija, desde sus trincheras ambas nos muestran dos madres tan distintas como el día y la noche y que se mueven por el amor. Un acierto del director es que con la elección de los papeles rompe con los estereotipos de clase que por años han permeado a nuestra sociedad.

Fotografía: Rodrigo Becerra Acosta 


Assira Abbate da vida a una “Lena” fuerte, da la impresión de que la actriz está trabajando desde el exterior al presentarnos a una lesbiana ruda y llena de tatuajes en la que se extraña una fuerza vital interna (que no tiene que ver con la energía). Ariana Sacristán como “Celeste” construye a un personaje que deambula entre la inocencia de una niña que se relaciona con el mundo a través de los juegos y una mujer que desea tener un hijo y que ama incondicionalmente a su pareja, el contraste es interesante.

Daniel Mandoki como “Darío” se centra en el trabajo interno del personaje y construye a un hombre lleno de insatisfacciones quien es incapaz de ver por sí mismo. Finalmente, Roberto Beck como el psicólogo, representa al único miembro de la sociedad que podría mantenerse al margen de la familia, pero que termina siendo arrastrado por la inercia que los rodea. Me llama la atención el desarrollo de este personaje, pues a lo largo de la obra, la relación que establece con “Meche” debilita su presencia dentro de la trama en lugar de fortalecerla, tal vez tenga que ver con la adaptación hecha para el montaje.

La escenografía e iluminación son de Jesús Hernández quien propone un espacio con paneles que suben y bajan y nos van descubriendo los espacios de los protagonistas, el diseño es horizontal y en las primeras filas se ven al descubierto las entradas y salidas de los personajes lo que rompe con la ficción. El vestuario de Giselle Sandiel recrea efectivamente la época y nos presenta a un grupo de personajes tangibles y que podríamos reconocer a la vuelta e la esquina. Cabe destacar que la producción estuvo a cargo de Ana Kupfer y Eloy Hernández (q.e.p.d).

La obra recién se estrenó, en estas primeras funciones Magaloni y su equipo se conectan con el público y nos abren la puerta a la obra de un dramaturgo que nos siembra muchas preguntas en la mente.

 

EL VIENTO EN UN VIOLÍN

de Claudio Tolcachir

Adaptación: Jimena Emme Vázquez

Con: Mercedes Hernández, Mahalat Sánchez, Assira Abbate, Roberto Beck, Ari Sacristán y Daniel Mandoki.

Escenografía e iluminación son de Jesús Hernández.

Vestuario: Giselle Sandiel.

Musicalización:  Daniela Mandoki

Fotografías: Rodrigo Becerra Acosta

Adultos 

Miércoles hasta el 18 de mayo a las 20:45 h en el Teatro Milán

Los boletos están disponibles en Ticketmaster y taquillas del teatro.

 








Comentarios