Teatro con ojos de leona
POR: Conchi León
Hay personas,
artistas, que llevan un pueblo en la palma de su mano. Sus manos son como aves
que se abren para que los espectadores volemos a sus lugares de origen, sus
manos escarban la tierra para enseñarnos sus raíces, que curiosamente, son las
nuestras. Ayer, asistí a ver la obra "El Coyul", proveniente de Oaxaca, y al sentarme en la
butaca del teatro Sergio Magaña, fui testigo
de este fenómeno.
La actriz
extendió sus manos, y entramos a Oaxaca, a ver a las señoras cocinando,
durmiendo, educando a los niños, gritando, chismeando, regañando al perro,
comprando los jitomates y las cebollas, protestando por lo caro de los
productos mencionados, y al final, pidiendo justicia.
Es conmovedor
el momento en que nos sentimos en medio de esa calle de Oaxaca, la nostagia nos
golpea en la infancia, hemos visto señoras así, todos hemos escuchado el ruido
de las palmas haciendo tortillas que se lanzan al calor ardiente del comal,
hemos comida esa tortillita recién salida del comal untada de sal y vida.
“El Coyul” me arañó la
infancia, volví a sentirme esa niña que mira a las mujeres adultas, sudando gruesas
gotas de sudor con el trajin de la casa, con su sabiduría, su chantaje, su
fuerza, su sazón tan único. De las manos de la actriz salían aromas y
recuerdos; cosechas espléndidas que nos hacían reír, y también,-sólo un
poco-llorar. Las matriarcas de los
pueblos se hacen en presente en cada gesto, en cada inflexión de voz. Una
silla, una hamaca blanca y una pequeña toalla amarilla, acompañan a la actriz
en este viaje personal que logra hacer colectivo. Esmeralda Aragón es tremendamente poderosa, carismática, libre, ahí,
en lo más profundo de su raíz habita su corazón, y también nos lo entrega en la
puesta en escena. Ese domingo, al sentarme en la butaca, no imaginé que compré
un boleto de ida y vuelta al Coyul, un viaje que
sin duda quedará mucho tiempo en mis recuerdos. Una obra sencilla, honesta y
sin mayor pretención que pintar un pueblo para los espectadores, algo que Esmeralda hace muy bien.
Quizá el salto de lo cotidiano a los datos duros se sienta algo forzado, pero
la vida es así: uno está en casa, descansando, pelando un mango o acariciando a
un perro, cuando el rayo de la violencia nos alcanza y nos enteramos que a
partir de hoy, en la familia hay un
desaparecido, uno al que su madre no cejará de buscar aunque hayan pasado
treinta años. O un temblor que lo arrasa todo y nos deja sin luz, sin agua, sin
casa, pero con la fuerza de una madre sosteniéndo las manos de sus hijos para
calmarlos del espanto y volver a empezar. La obra tiene dos falsos finales que
a mi parecer le restan algo de potencia al gran final. Pero después de un viaje
tan lleno de todo, no vale ponernos exquisitos con las formas, por que aquí, el
fondo es hermoso.
Esmeralda lleva un
pueblo en la palma de su mano, porque de ella salen historias, luchas,
esfuerzos por plantarse en un escenario, su cosecha es entrañable, agradezco la
semillita que deja en mi memoria teatral. No dejen de verla, está en brevísima
temporada en el Teatro
Sergio Magaña.
Dramaturgia: Esmeralda Aragón
Dirección: Gustavo Martínez y Esmeralda Aragón
Elenco: Esmeralda Aragón
Horario :
Jueves y viernes 20:00 horas, sábado 19:00 horas y domingo 18:00 horas.
Duración
aproximada: 50 minutos
Clasificación:
A partir de 15 años
Boletos:
Entrada general $184. Descuento del 50%, sujeto a disponibilidad y limitado a
estudiantes de nivel básico, maestros, personas con discapacidad, trabajadores
de gobierno e INAPAM con credencial vigente. De venta en taquilla y
ticketmaster.
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