HIMMELWEG
Por Carmen Zavaleta
Juan Mayorga dice que una de las tareas del escenario es plantear
preguntas sin respuestas y tiene la razón, el dramaturgo conoce el papel de la
pluma y sus efectos ante los ojos de los espectadores, nosotros que
-probablemente en más de una ocasión- hemos quedado atrapadas y atrapados por
sus letras; este efecto de dejarnos pasmados está ocurriendo en el Teatro La Capilla con el montaje de su texto Himmelweg
bajo la mirada de Ricardo Rodríguez y
presentada por Teatro en una cáscara de nuez, Los Bocanegra,
Gorditos Inc., y Bien Chicles.
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Fotografía : María José Alós |
En la obra la acción se desarrolla en un Campo de concentración
durante la II Guerra Mundial, ahí el “Comandante” (Cristian Magaloni), y “Gotfried Gershom” (Hamlet Ramírez), el líder de una comunidad judía, se
verán cara a cara para organizar una representación escénica donde se
enlazan a capricho la vida y la muerte de los habitantes del lugar. El testigo
del evento será el “Delegado de la Cruz Roja” (Luis Eduardo Yee),
quien atestigua que en el sitio no hay rastro de violencia.
Se trata de un texto espléndido: es uno de los más
conocidos del autor, ha sido traducido a más de una decena de idiomas e incluso
tuvo un montaje con títeres en el 2017 en Madrid; sus ecos no son extraños
porque lo que Mayorga nos presenta es un grito sobre la violencia
invisible, el poder, el extermino; temas que si la humanidad tuviera memoria
deberían de estar en el pasado, desgarradoramente no es así; por eso nos toca,
nos hiela; en esta ocasión lo hace a través de la mirada de un director que
sabe plantear huecos que mantienen la atención en la acción de manera constante
y progresiva.
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Fotografía: María José Alós |
La propuesta de la dirección sitúa a los personajes a todo lo
largo del foro, el diseño escénico de Sergio López
Vigueras propone
un corredor por el que los personajes van y vienen haciéndonos creer que lo que
vemos es parte de su vida cotidiana. La atmósfera que los rodea es brumosa, con
un silencio que se transforma en un yunque porque -conforme pasa el tiempo- nos
damos cuenta de que se trata de la pasarela de la muerte.
El espacio se construye con plásticos transparentes que hacen
las veces de paredes; por cierto, en algunos ángulos son evidentes las placas
conmemorativas de anteriores temporadas que se han realizado en el teatro, lo
que llega a romper con la estética. Sería conveniente revisar en este efecto
que juega contra la ficción. El diseño aprovecha las características físicas
del inmueble como las escaleras y la profundidad, lo que haría muy difícil
pensar el montaje en otro foro.
El texto también plantea una reflexión sobre el teatro, el papel
de los actores y la paradoja entre la fragilidad y la contundencia de sus
acciones: somos útiles mientras hay un mundo que nos observa, pero bajando el
telón sólo queda la vida que puede llegar a ser detestable y que hay que
agradecer. Con su montaje, el equipo actoral y creativos dan sentido a estas
palabras, construyen una representación en donde el juego se mezcla con el
miedo, la calmada urgencia de sobrevivir, el hambre, el frío, la crueldad y
hasta una canción que se transforma en un salvoconducto.
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Fotografía: María José Alós |
Créanme el elenco está de diez, Luis Eduardo Yee,
Cristian Magaloni y Hamlet Ramírez habitan el espacio plenamente, la
claridad y contundencia son fundamentales en sus personajes. Yee tiene la difícil tarea de iniciar la
acción, con un extenso monólogo donde progresivamente nos sitúa ante el horror,
es testigo, los ojos que no ven lo evidente, a pesar de sus palabras su
personaje se debate entre lo que vio y lo que la memoria histórica le reclama.
Magaloni como el “Comandante” logra uno de
sus mejores trabajos actorales, dueño de la situación expone su interés por lo
humano, el arte, la creación, es amable, cae bien y extermina desde la calma,
el horror ejercido desde el derecho democrático que lo puso ahí.
Hamlet Ramírez como “Gotfried” da vida a un hombre que muere poco a poco
y que se propone no desaparecer hasta salvar a los suyos. A su personaje hay
que verlo de frente, en los ojos refleja toda aquella vida que no nos dice y
que uno se puede imaginar, créame no olvidará su papel como líder judío, el
dolor y las preguntas habitan su corporalidad y cada uno de sus pasos.
El elenco está integrado por Santiago Álvarez, Francisco
Borrayo, Juan Pablo Monsalvo, Alan Nieva, Rodrigo Silva, Ana Irigoyen/Ana
Escalante, Pablo Villegas, Katya Bizarro, Gabriela del Río, Ayelén Muzo y Ana
Escalante; quien a pesar de tener diversos niveles de actuación logran un
conjunto indispensable para el montaje.
¿Por qué ver y hablar de “Himmelweg”? porque su discurso está
vigente, nos enfrentamos cada día a la barbarie, el extermino, la selección
humana, los campos de detención para inmigrantes, la separación de las
familias, de las madres, padres e hijos, hijas y parece que no los vemos,
todavía no acusamos de recibido. Los gritos de la memoria deben escucharse por
todos los frentes para detenernos, es obligación del teatro hacerlo, y que
mejor que con un trabajo bien realizado que nos cimbre, que no nos deje opción
y plante preguntas en nuestra cabeza; por cierto “Himmelweg” significa
“Camino al cielo” …
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