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1984

Por: Carmen Zavaleta

El pensamiento, la realidad, el Estado totalitario, una mirada vigilante, el futuro que ya es hoy, así fue el universo que nos presentó George Orwell en la novela 1984 y que, ahora, llega al teatro bajo la dirección de José Manuel López Velarde con la dramaturgia de Robert Icke y Duncan Macmillan.

Fotografía Sergio Pifas


La apuesta es temeraria: si se ha leído el libro, dar vida escénica a las palabras de Orwell supone un despliegue de recursos capaces de retar a la imaginación y de convencernos del mundo que nos presentan (y que inevitablemente hemos construido a  través de la lectura); si por el contrario no se conoce la novela, el reto es la síntesis, la claridad, el contar una historia que nos lleve a reflexionar sobre el poder y los abusos de ideologías que llevan a la sociedad a sus últimas consecuencias.

José Manuel López Velarde apostó y salió bien librado, pues si bien es cierto que el montaje es difícil de seguir si no se ha leído la novela, el trabajo tiene la virtud de ser técnicamente interesante y deja ver una puesta cuya producción está atenta de todos los detalles para el perfecto funcionamiento de la obra.

Fotografía Sergio Pifas
En la anécdota el mundo está dividido en tres bloques y la sociedad vive bajo un régimen totalitario, “Winston Smith” es un trabajador que un día decide escribir, acción que lo convierte en un delincuente que tarde o temprano será perseguido por la Policía del Pensamiento. En el camino “Winston” probará el deseo, el sexo y el amor mientras recuerda el sabor del chocolate y la vida en familia que no hace mucho tuvo; él no sabrá si sus recuerdos son sueños, quienes son sus aliados y quienes son capaces de delatarlo.

El discurso que plantea el montaje es sobre cogedor y conocido, vemos a un ser humano que se convierte en un rebelde enfrentado al sistema y a sus miedos más profundos por buscar la libertad, tema teatral por excelencia.

La dramaturgia logra mantener la esencia del relato de Orwell al enfrentarnos a una ficción de carácter político donde las acciones de todos los personajes tienen un sentido, una relación y una consecuencia en su entorno; a la par recoge las máximas del autor: La guerra es la paz; La libertad es la esclavitud; La ignorancia es la fuerza; además de recordarnos que no importa dónde nos encontremos, siempre somos observados por el ojo vigilante de Big Brother.

Dentro de la adaptación y para enlazar el libro con el teatro se agregaron un par de escenas al inicio y al final de la obra que funcionan como antecedente para el espectador; es notorio el salto entre la historia central y dichos momentos, pero el puente funciona.

Fotografía Sergio Pifas
La escenografía e iluminación a cargo de Jesús Hernández logran construir un mundo donde conviven pantallas, un comedor, la azotea de un edificio en el que una vecina canta alegremente mientras tiende la ropa, el cuarto oculto de los amantes y una sala de tortura. Un trabajo espacial y de atmósferas bien logrado, junto al Diseño de video de                                                                             Jorge Flores.

Dentro del cuadro actoral Constantino Morán como “O´Brien” el líder del partido realiza un trabajo destacable, el elenco está integrado por Antón Araiza, Vanesa Restrepo, Alfredo Herrera, Terence Strickman, Angie Vega, Alberto Eliseo, Evan Regueira y Julieta Luna.

1984 no es una puesta en escena sencilla, en momentos su discurso es denso, revisando su origen no hay otra manera de presentarlo, y ya que somos una sociedad sin memoria es necesario que recordemos cómo las ideologías llevadas al extremo nos aniquilan y más en un mundo donde cada vez más nos habituamos a observar (nos) a través de una pantalla.


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