¿QUIÉN LE TEME A VIRGINIA WOOLF?
Por: Carmen Zavaleta
Siempre vale la pena revisitar a los clásicos, los obligados,
los referentes escénicos; esos textos que han permitido que el teatro haya
llegado a los puertos actuales. Pienso que muchos de los montajes de hoy no se
podrían haber gestado sin estos antecedentes, entre ellos el teatro realista
estadounidense, que hoy todavía representa un reto actoral reservado sólo para
los audaces y grandes actores y actrices.
Fotografía de Blenda
Lo pienso porque esta semana asistí al montaje de ¿Quién le teme a Virginia Woolf?, en el Teatro El Milagro llegué llena de
expectativas por el texto, el elenco y el espacio (y vale decir que sin poder
evitar ver en mi memoria las imágenes de la versión cinematográfica de 1967
protagonizada por Elizabeth Taylor y Richard Burton) y consciente de que iba a
presenciar un trabajo actoral de poco más de tres horas; así llegué y salí
absolutamente agradecida con el equipo y la por la experiencia.
Escrita por Edward Albee en
1962 el texto es una cruda radiografía de las frustraciones y el dolor humanos.
En la anécdota, después de una noche de tertulia el matrimonio maduro formado
por “Martha” (Laura Almela)
y” George” (Daniel Giménez Cacho)
reciben en su casa a la joven pareja “Nick” (Pedro de Tavira
Egurrola) y a “Honey” (Ana Clara Castañón K.);
todos pertenecen a la sociedad universitaria dirigida por el padre de “Martha”.
La noche de copas pasa del juego a los reclamos, los retos, las mentiras y la
revancha impulsada por el rencor.
Fotografía: Blnda
Escénicamente se trata de una clase de actuación realista; cada
uno desarrolla su papel con absoluta veracidad, habita y se adueña del espacio.
Los personajes tienen tras de sí a un actor que se dedicó a darle carne, vida;
actores que sobre la escena se notan desparpajados, pero que son capaces de
involucrarnos en su universo hasta asfixiarnos. La dirección es conjunta y
sólida; cada uno de los movimientos, la respiración y las acciones de los
protagonistas son exactos y les permite permanecer sobre la escena, descargando
energía.
Sin duda, este trabajo es posible debido a que se cuenta con un
equipo de primera, empezando por la traducción de Weinstock especialista en Albee, quien logra
que la brutalidad del texto se destape en capas delgadas; aquí observamos a un
grupo de académicos descomponerse gradualmente y si miramos detalladamente
vemos como sus relaciones están sostenidas por una inmensa necesidad del otro;
no se trata del rencor per se; detrás hay un complejo universo donde la
destrucción sólo es posible por de la necesidad y un grito desesperado por
existir.
Fotografía: Blenda
La iluminación es de Gabriel Pascal y
transforma el espacio nos hace vivir el tiempo hasta la madrugada. Todo el
escenario está convertido en la sala de la casa de los académicos, la
escenografía es para disfrutarse: tes alfombras, sillones, una mesa licorera,
la hielera, los vasos, lámparas y ceniceros de pie e incluso las escaleras del
propio teatro son parte de esta casa en donde uno puede hasta oler a sus
habitantes.
La producción ejecutiva es de Ramiro Galeana
Medellín. ¿Quién le teme a Virginia
Woolf?, termina temporada esta tarde en el Teatro
El Milagro. Que vuelva.
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