La dramaturgia está apegada al guión cinematográfico más que a la novela

La sociedad de los poetas muertos

¿A quién no se le pone la piel de gallina cuando ve La sociedad de los poetas muertos en su versión cinematográfica?, ¡es automático! la frase Carpe diem, (disfrutar el presente sin esperar el futuro) se convierte en un himno. Sin duda, lo efectivo del discurso es el resultado del trabajo del guionista Tom Schulman. 

Y es precisamente el texto de Schulman el que ahora llega a nuestros escenarios bajo la dirección de Francisco Franco. Abordar en el teatro a la Sociedad supone un gran reto: el de darle una nueva y diferente vida a la historia que muchos conocimos en 1989 y que se ha quedado en el inconsciente colectivo como un grito de rebeldía, de las consecuencias de la liberación y el inigualable sabor de observar las cosas desde diferentes puntos de vista.

Ocesa, Tina Galindo, Claudio Carrera, Morris Gilbert, Julieta González y Federico González Compeán, se subieron al barco y emprendieron la aventura: estrenar La sociedad de los poetas muertos en el Nuevo Teatro Libanés, presentación que mata dos pájaros de un tiro. 

Basada en la novela homónima de la escritora estadounidense Nancy H. Kleinbaum, La sociedad de los poetas muertos narra la historia de un grupo de estudiantes de preparatoria de la Academia Welton, estricta y tradicional institución. Un buen día, a puertas cerradas de la escuela llega el profesor Keating, apasionado de la poesía y de Walt Whitman. Poco a poco Keating guía a sus alumnos para encontrar su libertad a través de las palabras. Es el año de 1959, la década está a apunto de cambiar y con ella la vida de los alumnos. 

La puesta está protagonizada por Alfonso Herrera acompañado por un grupo de actores jóvenes entre los que se encuentran Sebastián Aguirre, Germán Bracco, Paco Rueda y Mauro Sánchez Navarro. 

Fotografía: Juan Rodrigo Becerra Acosta

El desempeño actoral es desigual. Alfonso Herrera es el más sólido y logra construir a su propio Sr. Keating, personaje desenfadado que parte de su personalidad. 

Por su parte los actores jóvenes trabajan en diferentes niveles y no logran alimentar a sus personajes lo suficiente para que sean entrañables. Son muy pocos los que encuentran un sello y no se mantienen. Dramáticamente el resultado es que los deseos de los protagonistas se desvanecen en el aire. En general el trabajo se escucha superficial y sin matices, tal vez tengan que ver dos factores: la poca experiencia de los chicos y el uso de micrófonos durante la puesta. Los micrófonos tienden a aplanar las interpretaciones y teatralmente son pocos los montajes donde resultan efectivos; por ejemplo,  los musicales pero ese caso es otro cantar, literal. Tal vez con el correr de las funciones mejoren, porque hay un equipo experimentado atrás entre ellos el trabajo de Viridiana Olvera de quien seguramente podrán aprovechar mucho más.

Finalmente, es claro que la dramaturgia está apegada al guión cinematográfico más que a la novela, lo que permite que las imágenes construyan el discurso. Estéticamente el montaje sea una belleza. Francisco Franco logra bellos cuadros plásticos, con la escenografía, la iluminación y la nueva mecánica teatral del foro aprovechada al máximo.

En las transiciones construye postales a contra luz que son el marco para coreografías realizadas por los participantes.

Lo ideal es que esta Sociedad encontrara a sus miembros de carne y hueso y conjuntaran ambos discursos.


Realizado por Carmen Zavaleta

Fotografía: Juan Rodrigo Becerra Acosta


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