¿A qué le aplaudo cuándo le aplaudo a Peter Brook?
A su legado, al director, al teórico, a la
historia que ha construido, pero sobre todo a la sabiduría escénica. Peter
Brook presentó Battlefield en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, nos
convocó y nos acompañó en este espacio cuando nuestra existencia - en la mayoría
de los casos- busca llenarse de vida y un nuevo significado a través de lo
esencial.
Battlefield está basada en El Mahabharata y
la obra escrita por Jean- Claude Carrière,
fue adaptada y dirigida por Peter Brook
y Marie- Hélène Estienne. Lo que es
la vida: fue en 1985 cuando el célebre montaje de Brook, El Mahabharata levantó
el telón. Diez años de preparación, veintidós actores de diversas
nacionalidades, cinco músicos y nueve horas fueron necesarios para el poema
hindú. Mientras esto sucedía, en 1985, nuestra ciudad se cimbraba.
En el 2017 presenciamos Battlefield una
relectura de aquella obra. Cuatro actores, un músico y setenta minutos son
suficientes para el relato escénico; 32 años después, nuevamente cimbrados.
El relato inicia cuando Yidishhista (si no
equivoco el nombre), ve los cuerpos de sus hijos y de los hombres caídos en el
campo de batalla. Como resultado un nuevo Rey se ha coronado, pero pronto se da
cuenta de que el enemigo que venció era su propio hermano, quien lo dejó ganar.
En ese momento, la verdadera batalla empieza en el interior de los personajes,
sus deseos y destinos encontrados; mientras se preguntan y reflexionan sobre la
tierra, la justicia, las dudas, la muerte y la vida para encontrar la paz.
Fotografía: Carlos Alvar
En Battefield lo importante es la comunicación.
Una actriz y tres actores trabajan con las palabras, sin grandes aspavientos y
mesurados. Tienen claro a quién hablan y por qué, dan una clase de actuación
pura. Escénicamente no hay grandes desplazamientos, las acciones y relatos
suceden en la parte frontal del escenario. Como los grandes montajes se hace a
partir de las pequeñas y contundentes acciones, me parece importante apuntar
que los actores están descalzos, sus pies están en contacto con la tierra todo
el tiempo, plantados en el ahora.
En su poética se reconoce el rigor. El
trabajo creativo de la Compañía, la construcción de la historia, su composición
y estructura es compleja; el resultado es la claridad y la comunicación con el
espectador quien escucha una historia de la Inda que es universal y que plantea
paralelismos a través de sus personajes, por ejemplo una princesa que deja a su
hijo flotando en un río, aquel bebé con el tiempo se convertirá en el hermano
que regala la victoria al rey en el India o en Moisés.
Fotografía: Carlos Alvar
En su libro El Espacio Vacío, Peter Brook
menciona sobre el director, el intérprete y el texto que entre ellos “…La
progresión es circular y decidir quién es la guía depende del lugar donde uno
se encuentre…el Director…comprende que debe seguir el principio natural de
rotación de cultivo…” (Cuarta parte El Teatro Inmediato The Empty Space,
Trad. Ramón Gil Novales, 1969); como
en un baile. Aquí la danza fluye, la batuta pasa de la dirección, al elenco, al
texto, a la música y regresa.
La puesta es resultado de la exploración escénica
a cerca de la sobriedad, el humor y los elementos mínimos, camino que vimos
-por ejemplo- en el montaje Sizwe Banzi está muerto presentado por Peter Brook
en el 2007 en el marco del Festival de México en el Centro Histórico, y en los
estados de Zacatecas y León.
El gran compañero del montaje es el músico
Toshi Tsuchitori, con su tambor y en sus zapatos construye la atmósfera, reúne
a los actores y espectadores en el silencio final, ese de las grandes
comuniones.
Realizado por Carmen Zavaleta
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