No soy lo que soy. Cantata parateatral sobre la envidia

Sin duda que uno de los valores más relevantes que tiene la obra es el trabajo actoral y físico del elenco: Pilar Couto, Irene Repeto, Medín Villatoro y Luis Ernesto Verdín, acompañados por la música de Fernando Delgadillo.


No soy lo que soy es una creación de Traslapo Teatro, con dramaturgia y dirección de Roberto Eslava, quien es egresado de la Maestría en Dirección escénica de la Escuela Nacional de Arte Teatral. Este trabajo intenta retratar la crisis de identidad que abomina sobre los creadores escénicos y que posiblemente, se extiende a la mayoría de los individuos en la actualidad. Ya no es un quién soy sino un ¿qué soy? ¿Soy persona u objeto, en tanto a mi función en el mundo? ¿Qué pasa cuando uno no puede reconocerse en esa función, en un rol asignado o incluso, en las relaciones humanas más básicas? ¿Qué pasa cuando dejo de significar por mí mismo? ¿Qué es este ente que está en un momento en contacto con el público en un “escenario”, luego termina su función, y sale y se toma un mojito con quienes fueron sus espectadores? ¿Cómo estoy construyendo mi identidad ahora?
Fotografía de Eder Zárate

No soy lo que soy es resultado de un laboratorio de exploración escénica realizado por Traslapo teatro. Ante esto le pregunté a Roberto Eslava que regía lo propuesto en escena en tanto a las categorías tiempo, espacio y emoción: “En nuestro caso buscamos el tiempo… fue lo que nos fue dictando todo lo demás. Hay una musicalidad en todo lo que se está haciendo incluso cuando la música no está presente. El trabajo con ellos lleva un tempo: uno en el que la música nunca se trabaja solo como algo que genera una atmosfera nada más, sino como algo que es el corazón del hecho escénico, algo que está haciendo pulsaciones, algo que está estableciendo este contacto con ellos y provocándolos. El tempo en el que están realizando las palabras es muy importante, incluso por encima de la palabra… El tiempo en términos de musicalidad sería el eje rector. Es como cuando estás estableciendo una relación con alguien, siempre hay una noción de tiempo, de respiración.”

Fotografía de Eder Zárate

Una de las convenciones del teatro contemporáneo sigue siendo sentarse en donde parece que nos toca sentarnos, para ser un espectador, y así lo hice. Yo estaba cómodamente relajado en mi silla cuando Traslapo teatro me hizo ver que aquel no sería el lugar de la acción, pese a que la acción había iniciado desde mucho antes, en el lobby de El Milagro. Todos tuvimos que levantarnos y movernos. Ahí inició mi reflexión. Llevar a escena lo que se desea representar en el espacio que ha sido destinado para tal fin, dentro del edificio que hoy en día conocemos como “un teatro” es existir en función de la arquitectura del teatro. ¿Acaso intervenirlo y habitarlo en todas las dimensiones posibles, incluso en lo que parecen ser sus entrañas no es también una manera de enfrentar lo que se supone que soy, para así encontrar identidad? No le diré a donde lo llevarán durante el inicio de No soy lo que soy, pero definitivamente, sirve para reconocer la materia ilusoria de un escenario que ha sido preparado para algo. Le pregunté sobre esto mismo a Eslava: “La pieza fue creada para este espacio (El Milagro)… Había una metáfora entre un espacio hecho para la representación, para crear una ilusión de realidad y un espacio que no está hecho para eso y en el que más bien, hay una irrupción de la realidad. El espacio en sí mismo te recuerda que todo esto es una representación.”
La puesta en escena es un cuestionamiento a la certeza respecto a la envidia. La envidia es con respecto a otro. Pero me atreví a rebatir esa idea con el dramaturgo y director, a lo cual él elaboró al respecto: “Tal vez el gran tema de la obra es la identidad, en cómo construyo mi identidad, y la envidia que surge de una crisis de identidad, esta ilusión que construí de mí mismo y del otro… A partir del tema “envidia” es que se desdobla una serie de caras y facetas que tienen que ver con el eje rector de la búsqueda de la identidad en escena.”

Fotografía de Eder Zárate

No soy lo que soy dice que parte de textos de Shakespeare, Milton y Lord Byron, aunque en mi opinión luego de un rato parece que salen sobrando, pues resulta un poco confuso si es la envidia de lo que se dilucida o si en efecto, se está hablando de la búsqueda de identidad. Mi opinión es que lo que gobierna a lo representado es definitivamente lo segundo. Lo cierto es que hay bastante verdad en el trabajo de los artistas que vemos en escena, ahí en ese lugar oscuro y olvidado, donde ejecutan la acción, con algunos momentos más brillantes que otros. Para mí, la obra arranca cuando Pilar Couto se sienta frente a nosotros y nos habla del amor, el cambio de energía de inmediato captó mi atención y de ahí ya no pude distraerme. El performance de Irene Repeto y la sustancia negra me dejó angustiado, inquieto. Sin duda que uno de los valores más relevantes que tiene la obra es el trabajo actoral y físico del elenco: Pilar Couto, Irene Repeto, Medín Villatoro y Luis Ernesto Verdín, acompañados por la música de Fernando Delgadillo. Todos muestran una labor destacada. La interacción con el público es divertida, aunque quizá podría llevarse todavía a más. (Entiéndase más cacahuates y vino, por favor.)
Lo invito a que asista al teatro El Milagro, para que reflexionemos y discutamos más al respecto de No soy lo que soy, un trabajo interesante que lo deja a uno con imágenes poderosas y una que otra pregunta respecto a qué somos ahora, en estos tiempos.

Realizada por: Daniel de la O







Comentarios