EL ADIÓS, HUMOR NEGRO QUE CONFRONTA

 

EntreActo

Por Carmen Zavaleta 



Uno de los creadores que suele presentarnos textos contemporáneos que cuestionan y exponen la naturaleza humana en lo más profundo es Boris Schoemann, su más reciente puesta  El adiós original de la actriz y dramaturga belga Mireille Bailly, no es la excepción; la dupla del director (quien también es el traductor), y la autora da como resultado una experiencia teatral que siembra en la conciencia risas congeladas porque cuestiona lo más profundo: la familia.



La obra fue ganadora del premio L’inédithéâtre (2016),  en nuestra ciudad se presenta en una coproducción de Los Endebles y Teatro UNAM y cuenta con las actuaciones de Alejandro Calva, Esther Orozco, Fernando Bueno, Constantino Morán, Pilar Boliver y Emmanuel Pavía; un equipo que pone toda su energía en la construcción de un montaje brillante, permeado de un humor ácido que confronta las ideas que tenemos sobre el hogar, la seguridad, la violencia y la represión. 

En la anécdota conocemos a una Madre y un Padre que viven en algún lugar de Europa, territorio en el que comparten la vida y la mesa. Ella piensa en pintar las paredes de la casa y Él la cuestiona, mientras que asegura que el viejo continente es el mejor lugar del mundo para vivir.  Al dar las diecinueve horas en punto, en la escena aparece su único hijo, un adulto de treinta y cinco años, quien con maleta en mano expresa su deseo más profundo: irse de casa. 

Dramáticamente este primer momento es un hallazgo de la autora, pues es el pivote para que en el resto de las escenas se descubra la intolerancia y la frustración que permea a la familia; la situación es totalmente entendida por la dirección que con su propuesta sumerge al público en la dinámica familiar de los protagonistas, a través de la repetición de acciones como comer, dar la hora y pelear por una maleta. 


OJOS QUE NO VEN, CONCIENCIA QUE NO ESCUCHA 

Es muy interesante que todas las escenas transcurren en el comedor, el lugar en el que se debería saciar el hambre y la sed; bajo la mirada de la dirección el sitio se potencia y cada comida que se lleva a cabo desata un enfrentamiento en el que la violencia física y verbal es la protagonista; una sopa o un postre son los mudos testigos del amor desgastado, la descalificación y el abandono.; pero no se trata de violencia por violencia; en lo profundo de esta familia se puede observar que en algún lejanísimo momento el cariño y la cordialidad habitó entre ellos, lo que es absolutamente necesario para que la destrucción sea tan devastadora. 

Uno de los grandes conflictos que se plantean es la homosexualidad del hijo, su madre hace todo por obviarla; mientras su padre guarda silencio en un acto por demás hostil; en el supuesto de ojos que no ven, aceptación que no se obliga; la lucha que siembra entre ellos, representa una batalla en la que el deseo y el amor deberá salvar todo para existir.



UNA COREOGRAFÍA  PARA LA ESPERANZA

El adiós nos ofrece una segunda lectura muy interesante: la de los símbolos que de manera contundente representan el dolor que atraviesan los personajes, entre ellos los cuchillos clavados en corazón después del rechazo; los tiros de gracia a la masculinidad de los padres de los jóvenes enamorados; un cuello rígido y un metralleta  que sostienen a los millonarios madre y padre del novio del hijo;   cada uno es definitivo y representan de manera exacta las heridas mortales con las que se transita la vida a partir de los prejuicios que cada quien decide anidar.

Hay un lugar para la esperanza en este montaje y es sugerida por la representación que los personajes hacen de la La línea Nelken  de Pina Bausch, una coreografía que es un recorrido por las estaciones del año y que se ha convertido en un símbolo de la unión y la comunidad humana, al insertarse en el relato escénico deja ver que en algún punto la comunión será posible, por lo menos entre los enamorados.

Parte clave de la puesta  es el  equipo creativo que da forma una obra poderosa: la asesoría de movimiento de Nohemí Espinosa y la coreografía de Rosa Villanueva explotan las identidades de cada personaje y crean una postal estridente donde todos son llevados al límite; la escenografía  e iluminación de Anna Adrià Reventós revela una casa sin paredes en al que el frío se cuela por todos lados y los cimientos de metal (que bien podría pensarse tienen como trasfondo el rechazo), son tan fuertes que nada puede derribarlos; la composición de interpretación musical de Alejandro Preisser marca el ritmo del relato de manera exacta y el vestuario de Estela Fagoaga representa lo más íntimos de cada personaje. 

El adiós se presenta en el Teatro Santa Catarina (Jardín Santa Catarina 10, Coyoacán), jueves y viernes 20h; sábados 19h, domingos 18h; hasta el 30 de noviembre. Localidades $150; jueves Puma $30. 50% de descuento a alumnos, maestros con credencial actualizada, exalumnos de la UNAM e INAPAM; no aplica los jueves. 100 min. +14. Fotografías: Ricardo Alejandro Castillo. 

En escena…. Fe de erratas: la semana pasada en la nota de Viajeras, obra  para jóvenes audiencias  me referí a las lenguas que se usan en la puesta, el pronombre correcto para euskara es “el euskara”; por cierto la temporada se extiende hasta el 23 de noviembre en el Teatro El Granero del Centro Cultural de Bosque (Reforma y Campo Marte sin número, metro Auditorio)…Marina de Tavira estrenó  este fin de semana Antígona González de Sara Uribe  bajo la dirección de  Sandra Félix  en el Teatro El Milagro, si acude a verla evite a toda costa los lugares de los laterales sólo verá la espalda de la actriz y no se aprecia el montaje, ni la producción que reúne a un buen equipo.




 

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