POR
Verónica Mastachi
La
Duquesa de Malfi es una
tragedia clásica que nos cuenta la historia de una mujer con una posición de
poder quien da un salto de fe con una decisión arriesgada que la lleva a
desenlaces insospechados.
La Duquesa se presenta orgullosa de ser una joven
noble recientemente enviudada y con una vida cómoda al poseer riqueza, belleza
y convicción, algo en general inaceptable culturalmente no sólo en el
crepúsculo del medioevo y el amanecer del renacimiento, sino que persiste hasta
la época actual.
Es evidente que esta situación es sumamente adversa e incómoda para sus hermanos, el Duque Ferdinando y el Cardenal. Además de ser corruptos, son violentos con la Duquesa al advertirle de los pesares que le podría traer el no pensar dos veces en hacer alguna tontería de la cual podría arrepentirse, y crueles al hacerla pagar por sus faltas.
La dramaturgia es del inglés John Webster, quien la
escribió en el siglo XVII inspirado en la vida de Giovanna D’Aragona, Duquesa
de Amalfi, una noble italiana que vivió de 1478 a 1510. Esta puesta en escena
nos presenta una versión de los últimos años de su vida, cuando los compartió
con Antonio Beccadelli di Bologna, quien, si bien no era de la nobleza, sí
pertenecía a la aristocracia intelectual italiana al ser nieto del reconocido jurista,
erudito, humanista y poeta El Panormita.
Quise dar un breve contexto de la historia real porque me parece interesantísimo que hubiera más de un autor inspirado en esta tragedia de la vida real, ya que Lope de Vega de igual forma se basó en la Duquesa para escribir una obra de teatro. Me da la impresión de que era un tema tan conocido y comentado que atravesaba tanto fronteras como esferas sociales.
Desde mi punto de vista sociológico, quiero pensar
que la historia fue una de esas que resistió en el tiempo al ser contada de
mujer a mujer, las mayores enseñándoles a las más jóvenes lo que puede pasar si
sucumben ante sus deseos. Los hombres, por su lado, la verían más como una
demostración definitiva de su control y dominación, en contraste con la torpeza
de las mujeres que se dejan llevar por bajezas y pasiones por su naturaleza
débil.
La directora es Ruby Tagle Willingham, reconocida por su trayectoria dirigiendo cerca de cien puestas en escena de teatro, ópera y danza y quien es beneficiada por el estímulo fiscal del artículo 190 de la LISR (EFIARTES), con el apoyo del contribuyente aportante Inbursa. Su trabajo es impecable. Los actores se comunican de maneras intrincadas lo cual demuestra la destreza de la dirección.
El texto original fue traducido especialmente para
este montaje por Daniel Martínez, productor
general y actor que encarna a Bósola, y fue adaptado brutalmente por él y Ramón Márquez. Ambos se
encargaron también de las coreografías de los combates en escena, las cuales en
mi opinión tienen un nivel bastante bueno.
El diseño escénico es de lo más arriesgado que he visto, aunque no quiero darles muchos más spoilers, pero definitivamente les diré que agrega dificultad. Es además simbólico, representando dimensiones y siendo parte integral de la obra en sí mismo. La iluminación es precisa: sutil, intensa, orgánica acompañando la historia. Ambas son del maestro Jesús Hernández, miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.
Las actuaciones son magistrales, ágiles, intensas. Participan Paulina Treviño como la
Duquesa, Everardo Arzate, Daniel
Martínez, Jorge Ávalos, José Carriedo, Coral de la Vega, Antonio Peña, Mariana
Estrada, Alejandra Torreblanca, Juan Pablo Aguayo y Cristian Flores-Verdad.
Quiero hacer dos menciones especiales. El vestuario, a cargo de Carlo Demichelis, cuya estética define el carácter de cada personaje, especialmente de la Duquesa siendo la única que usa sandalias abiertas y vestidos vaporosos con escotes pronunciados, resultando históricamente acertado en cuanto a los materiales y diseños. Y la musicalización de Emil Rzajev, deliciosa e ideal en cada momento.
La
Duquesa de Malfi se estará
presentando en el Teatro Orientación
Luisa Josefina Hernández hasta el 29 de junio con funciones de jueves a sábado a las 7 de la
noche y domingos a las 6 de la tarde. Tiene un corto intermedio y los boletos
están en 150 pesos.
Esta producción es de lo mejor que he tenido el privilegio de ver en teatro en mucho tiempo. La recomiendo ampliamente para analizarla desde un punto de vista no sólo crítico, también autocrítico, y profundizar en la discusión debatiendo de manera propositiva ante una situación que sólo irá cambiando entre más constantes seamos practicando una convivencia social respetuosa e igualitaria.
Gracias a Sandra Narváez por el apoyo para la
realización de esta reseña.
Comentarios
Publicar un comentario