POR Verónica Mastachi
El pasado jueves 20 de marzo dio inicio la nueva
temporada de El velorio de mi
madre con la función
de develación de placa por cincuenta representaciones en el Teatro El Granero y estuve presente disfrutando de esta excelente
propuesta escénica que combina drag y guitarra en un cocktail tragicómico de
efectos alucinantes.
El velorio de mi madre aborda un momento de la vida
que uno se autolimita en pensar y censura su mínima mención. Quizá sea ese
primer esbozo de la temática lo que haga que la obra resulte tan fascinante,
pues si bien es cierto que uno no desea darle cabida siquiera a la idea de la
muerte de su propia madre, de igual forma es verdad que atestiguar el velorio
de la madre de alguien más no suena tan espantoso. Pareciera que pudiéramos
tomarlo como una especie de ensayo o de preparación.
Ahora, habiendo dicho esto, hay que enunciar que los
actores y todo el equipo que conforma esta producción han experimentado
cincuenta veces seguidas este evento tan aberrante que sus repeticiones podrían
incluso ser tabú. Todo depende de cómo se tomen las cosas, por supuesto, pero
no quería dejar de mencionarlo porque me resultó curioso.
Con dramaturgia de Alan Blasco y música original en vivo de JC Taylor, quienes asimismo son los dos actores dirigidos por Salomón Mondragón que le dan vida al argumento de El velorio de mi madre, este impactante espectáculo nos lleva hasta los confines de una comunidad alejada del estado de Veracruz, el terruño de la madre de nuestra protagonista, quien dejó el pueblo siendo una persona muy diferente y ahora regresa como una gran celebridad, y con ella los medios, la cobertura, y hasta la presencia de otras estrellas de la farándula y la política local.
El
velorio de mi madre nos lleva por
un camino oscuro que recorremos con su hija, quien nos describe su experiencia
bajo el ala de quien fuera Tere en vida. Su madre la apoyó en cada decisión y
la regañó cuando se lo buscó. Desde su muy particular punto de vista, Babi, la
hija, nos explica todos los acontecimientos que suceden durante esos fatídicos
días mientras velan a su madre. Y nos lo cuenta como si fuera ayer. Pudo haber
sido ayer. Ayer cincuenta veces.
Eso es parte de la magia de esta puesta en escena, en mi opinión. Que se siente fresca, se percibe juguetona, se presenta irreverente, se vive diferente, y en ningún momento es cansada o reiterativa, ni parecida a alguna otra cosa. Ese atributo fue para mí el sello de esta celebración de la vida desde un dolor muy particular.
Entre interacciones típicas de este tipo de
reuniones, un número creciente de familiares, parientes, vecinos y desconocidos
concurren en la narración del velorio dentro de una gran casona que como buena
jarochilanga casi podía ver y oler, sonriendo con el son jarocho de fondo,
imaginando el calor soporífero y la intensidad en absolutamente todo. Así es
este espectáculo que tienen que ver y celebrar en esta temporada de fiesta.
Como dice Babi, es un arroje sin paracaídas.
En la función de develación de la placa por las 50 representaciones de El velorio de mi madre estuvieron presentes los actores Víctor Carpinteiro, Verónica Langer, Azalia Ortiz y el músico Juan Pablo Villa como los padrinos de la placa, compartiendo palabras de exhorto y apoyo a todo la producción, y de reconocimiento entrañable al recinto, que yo no conocía y estoy muy feliz de haber ido por primera vez a ver una obra que aprovecha todo el espacio del teatro.
El
velorio de mi madre estará en
cartelera presentándose en el icónico Teatro
El Granero hasta el 6 de abril, jueves y viernes a las 8 de la noche, sábados a las
7 de la noche y domingos a las 6 de la tarde. La entrada está en 150 pesos y
están disponibles en taquillas y ticketmaster.
Gracias a Sandra
Narváez por la
invitación a esta función tan especial y muchas felicidades por su labor incansable
en la difusión cultural e innegable amor por el teatro y las artes escénicas.
¡Haces de este mundo un lugar mejor, Sandra!
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