La Teatrería Producciones presenta en el teatro López
Tarso la obra Se compran corazones o escaleras viejas
que vendan de Noah Haidle.
El texto del norteamericano Haidle tiene una estructura
donde dos líneas anecdóticas son los ejes de construcción, en una de ellas se
plantea la forma en que los corazones son productos que pueden ser
intercambiados y así modificar a las personas que requieran de esta
posibilidad, son dos los personajes ejes de la línea, un par de hermanos que
tienen una tienda de escaleras, fachada para que el mayor, mediante un supuesto
mercado negro, venda los corazones. La segunda línea desarrolla la dinámica de
una peculiar pareja que se dedica a la prostitución (ella como la trabajadora,
él como el proxeneta) y tendrán beneficios a partir de lo que ocurra en la primera línea.
El diseño de escenografía e iluminación es de Jesús
Hernández, su propuesta parte de “rompimientos” creados por múltiples escaleras,
conforme estos se abren el uso de la profundidad alimenta el relato, hay un
gran momento visual cuando el personaje de T-Bone llega ante el mar; tres
carros transparentes sirven para contener distintos espacio, las posibilidades
de movimiento están para que el ritmo pueda fluir ágilmente; la tabla cromática
estimula la textura que los personajes poseen en texto.
El resto de la propuesta mantiene como característica
general el desequilibrio. La segunda línea tiene a Plutarco Haza en el papel de
“T-Bone” y a Fabiola Campomanes en el papel de “Prostituta”, ambos están muy
bien, aprovechan la textura de cada uno para crear personajes con matices, cada
uno logra tener momentos emotivos sólidos, creados a partir de la acumulación,
a la vez mantiene la gracia y las variaciones rítmicas para poder ver un
desarrollo de personaje. Sin embargo quienes están en la primera línea (Pepe
Lámbarri como “George” y Ruy Sendéros como “Jeff”) dejan mucho que desear a
nivel actoral, lo que hace Sendéros es mucho más pobre y eso provoca que su
personaje caiga en lo “bobo” y en lo “simple” Eso es un problema porque aquello
que el autor pretende que sea el eje emotivo del relato se vuelve sumamente cursi.
La dirección de Antonio Serrano logra mucho con lo que
hacen Haza y Campomanes, pero hunde la obra al descuidar tanto a Lámbarri y
Sendéros; hay muchos momentos que no logran sostenerse ya sea por verosimilitud
(entendida desde el campo que la puesta propone), por actuaciones, o por el
manejo del tiempo, pareciera que la mitad de la obra está trabajada apostando a
lo “fácil” (sólo la gracia de quienes actúan) y la otra mitad a una
construcción real donde todos los componentes de la obra se enlazan para crear
un universo.
Se
compran corazones o escaleras viejas que venda es una propuesta que quizá no genera una grata
experiencia, pero es la oportunidad para ver una actuación de Plutarco Haza
mucho más afortunada que en obras previas.
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